sábado, 4 de febrero de 2012

UNO VIENE MOTIVADO DE CASA.

Abundan los manuales y artículos dedicados a tratar el tema de la motivación del alumnado. La mayoría de estos artículos muestran un amplio catalogo de consejos, de herramientas, de dinámicas que pretenden generar la motivación en el alumnado, despertar su interés hacia la materia objeto de estudio.Muchos de estos trabajos parten del supuesto del "burro y la zanahoria", donde parece corresponderle al maestro el papel de encontrar la zanahoria adecuada, a la vez que mantenerla suspendida a cierta distancia para que el alumno avance. Este planteamiento parte de la concepción que hay que premiar, "dar caramelos" a los alumnos para conseguir que aprendan y este planteamiento puede derivar en situaciones contraproducentes.

Muchos de estos análisis parten del supuesto de que es al maestro al que le corresponde el papel de motivar (“hacer que una persona muestre interés por una cosa”) y llegan a la conclusión de recomendar a los maestros que conviertan sus clases en divertidas funciones orientadas a conseguir interesar o entretener a sus alumnos. Se proponen dinámicas y juegos con el fin de suavizar las tediosas explicaciones y, dan por supuesto que los alumnos no son capaces de soportarlas, o no son merecedores de tan grave castigo.

No seré yo quien defienda las temibles disertaciones de las clases magistrales, tan a menudo sufridas por todos. Pero, como en tantas ocasiones, en el punto medio se encuentra la virtud. Me gusta definir al maestro como aquel que “muestra, que enseña” (sé que no es etimológicamente correcto) y al aprendiz como el que “coge, el que agarra, el que se apodera de” (esta definición si es más acertada, etimológicamente hablando). Por tanto corresponde al maestro mostrar su materia, sin disimularla, sin camuflarla, sin disfrazarla, aunque insistiendo y mostrando la utilidad de los conocimientos o las habilidades planteadas. Y corresponde al alumno la acción, el esfuerzo de “agarrar”, adaptar e incorporar esos conocimientos. No hay que caer en el “malcrio” de nuestros alumnos, no hay que evitarles, ni suavizarles el esfuerzo necesario para comprender y asimilar los contenidos, ya que les estaríamos impidiendo la posibilidad de realizar un verdadero aprendizaje.

Durante un tiempo les insistí (agobié! incluso) a mis alumnos con la frase “Uno viene motivado de casa!” como respuesta a su falta de interés y participación en las clases. Hay que tener en cuenta el perfil del alumnado con el que suelo trabajar: entre 16 y 20 años, sin haber completado la escolarización obligatoria y con escasas habilidades socio-laborales, así como la dramática situación del empleo juvenil en este momento. Mi reflexión fundada era “Si con la que está cayendo tengo que ser yo quien aporte los motivos para formarse y aprovechar el tiempo… mal vamos.”

El aprendizaje no se puede imponer, el verdadero aprendizaje es un proceso interno y personal que parte del esfuerzo del alumno por modificar sus conocimientos con el fin de incorporar lo recién aprendido. Por tanto si lo que pretendemos es conseguir modificar conductas y actitudes debemos olvidarnos de ofrecer zanahorias y debemos tender nuestra mano sincera para acompañar y alentar al alumno en su esfuerzo por avanzar y conseguir SUS objetivos. Los MOTIVOS para avanzar por el "camino de baldosas amarillas" cada uno tendrá los suyos, como el león, el hombre de hojalata o el espantapájaros. De todas formas con la que esta cayendo y, como decía la canción "nos sobran los motivos".

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