“Estamos en el año 50 antes de Jesuscristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos... ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor. Y la vida no es fácil para las guarniciones de legionarios romanos en los reducidos campamentos de Babaórum, Acuárium, Laudánum y Petibónum...”
Así comenzaban todas las historietas de Astérix y Obelix, unas de mis favoritas cuando niño. Este texto enmarcado en la esquina inferior acompañaba un inmenso mapa de la Galia donde, con ayuda de una lupa, se podía observar la pequeña aldea de los irreductibles galos.
Un día en clase utilice este mismo párrafo para introducir el tema que íbamos a tratar. Primera decepción: Muchos de los alumnos no conocían a los famosos galos. Les comento, a modo de anécdota, que habían emitido en la 2 (cadena que no sintonizan sus televisores) un reportaje sobre un grupo de arqueólogos que habían descubierto en Bretaña los restos de una antigua civilización. Estos científicos sospechaban que Goscinny y Uderzo se habían inspirado en una leyenda local para crear sus personajes. Ya metido, avanzo en mi mentira: Parece ser que entre los restos se han descubierto unos bien conservados pergaminos entre los que se encuentran varios que describen curas y tratamientos medicinales, así como la composición de diferentes pócimas y elixires que servían para realizar encantamientos diversos. Los investigadores han centrado su interés en uno, cuyos efectos, aparentemente consiguen producir un aumento exponencial en las capacidades físicas de quién lo toma.
Planteo la pregunta: Si finalmente los científicos logran un brebaje capaz de producir los mismos efectos que la poción de Panoramix, y este se comercializa, ¿Qué precio estaríamos dispuestos a pagar por una pequeña cantidad de este producto?, ¿Qué uso le daríamos?. Dejó volar su imaginación desbordada durante unos minutos.
Segunda cuestión: ¿Por qué somos tan dados a creer en pócimas milagrosas que nos faciliten las cosas?, ¿Por qué pensamos y buscamos la manera sencilla y rápida de conseguir las cosas?, ¿Por qué en vez de valorar las cosas por sí mismas, no las valoramos por lo que nos ha costado conseguirlas?, ¿Por qué existe una “ley del mínimo esfuerzo” y no del “máximo”?, ¿Por qué alguien que consigue las cosas con tesón y esfuerzo parece tonto y alguien que las consigue fácilmente y a través de engaños es listo?.
Planteo el tema de la actitud, de la confianza en uno mismo y en nuestras posibilidades como la verdadera poción que nos permitirá conseguir la mayoría de nuestras metas. Les hablo de la teoría de las diez mil horas necesarias para conseguir dominar una disciplina. Ponemos ejemplos de deportistas a los que ellos admiran. ¿Cómo han conseguido sus metas?, ¿Han tomado “poción” o han dedicado esfuerzo?. Repito la frase que tenemos colgada en un cuadro de la clase: “El éxito o el fracaso no depende de las circunstancias, sino de nuestra actitud ante ellas”. La actitud es la llave que nos abrirá las puertas. La actitud es la verdadera poción del druida.
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