viernes, 2 de noviembre de 2012

NO SOLO DE PAN VIVE EL HOMBRE.

Comparto hoy una de las historias que utilizo en clase para reflexionar con los alumnos sobre los beneficios que obtenemos con nuestro trabajo. Trabajamos para vivir, es cierto. Realizamos nuestros trabajos a cambio de un sueldo, de hecho, si no fuera así no lo consideraríamos trabajo, sería más una afición, unas prácticas o un voluntariado. Pero lo cierto es que nuestro trabajo diario, si estamos atentos para distinguirlo, nos reporta mucho más que simple dinero. El cuento se titula “los tres consejos”.


Había una vez…

…una joven pareja de recién casados que empezó a pasar necesidades y a tener que vivir de la caridad de sus vecinos. Un día, harto de esta situación, el marido le propuso a su esposa:  

- “Querida, voy a irme a buscar trabajo fuera. Viajaré lejos con tal de buscar un empleo y las oportunidades que aquí no tenemos. Cuando consiga tener las condiciones que nos garanticen una vida cómoda y digna, regresaré a buscarte. No sé cuánto tiempo tendré que estar fuera, pero solo te pido una cosa, que me esperes, me seas fiel y confíes en mí mientras esté lejos, pues yo te prometo serte igualmente fiel.”

Así, el decidido marido caminó muchos días a pie, hasta encontrar un hacendado que necesitaba a alguien para trabajar en sus tierras.

El joven llegó y se ofreció para trabajar y fue aceptado. Antes de comenzar su trabajo, el joven le propuso a su nuevo jefe: “Déjeme trabajar por el tiempo que yo quiera y cuando encuentre que debo irme, usted me liberará de mis obligaciones. Yo no quiero recibir mi salario. Le pido que lo coloque en una cuenta de ahorro hasta el día en que me vaya. Ese día usted me dará el dinero que yo haya ganado hasta entonces."
Estando ambos de acuerdo, aquel joven trabajo durante veinte años, sin vacaciones y sin descanso. Después de ese tiempo se acerco al hacendado y le dijo: "Patrón, ha llegado el momento de volver a mi casa, quiero mi dinero para poder irme."

El patrón le respondió: - "Muy bien, hicimos un pacto y voy a cumplir con mi parte, solo que antes quiero hacerte una propuesta: Yo te doy tu dinero y tú te vas, o a cambio de tu dinero te doy tres consejos. Si te doy el dinero, no te doy los consejos y viceversa. Vete a tu cuarto, piénsalo y mañana cuando estés dispuesto para partir me das la respuesta."

Él pensó durante toda la noche y finalmente a la mañana siguiente busco al patrón y le dijo: "Quiero los tres consejos" El patrón le recordó: "Si te doy los consejos, no te doy el dinero." Y el empleado respondió: "Quiero los consejos."

El patrón entonces le aconsejo: NUNCA TOMES ATAJOS EN TU VIDA.  NUNCA SEAS CURIOSO DE AQUELLO QUE REPRESENTE EL MAL. NUNCA TOMES DECISIONES EN MOMENTOS DE ODIO Y DOLOR.

Después de darle los consejos, el patrón le dijo a su empleado, que ya no era tan joven: “Aquí tienes tres panes. Dos son para que los comas durante el viaje, pero este tercero es para que lo compartas con tu esposa cuando llegues a casa."

El hombre entonces emprendió el camino de vuelta, el mismo que veinte años antes había recorrido en sentido contrario, con la ilusión de reencontrarse con su amada.

Después del primer día de viaje, encontró una persona que lo saludo y le pregunto: "¿Hacía dónde vas?" Él le respondió: "Regreso a mi pueblo por este camino, aunque aún me quedan más de veinte de camino para llegar." La persona le dijo entonces: "Joven, este camino es muy largo, yo conozco un atajo con el cual llegaras en pocos días". El joven contento, comenzó a caminar por el atajo indicado cuando, de pronto,  se acordó del primer consejo. Entonces volvió sobre sus pasos para retomar el camino normal.

Días después supo que el atajo conducía a una emboscada.

Después de algunos días de viaje, y cansado al extremo, encontró una pensión a la vera de la carretera, en la que poder hospedarse. Pago la tarifa por un día y después de tomar un baño se acostó a dormir. De madrugada se levanto asustado con un grito aterrador. Se levanto de un salto y se dirigió hasta la puerta para ir a averiguar qué era aquello. Cuando estaba abriendo la puerta, se acordó del segundo consejo. Entonces regresó a su cama y se volvió a acostar.

Al amanecer, después de tomar café, el dueño de la posada le pregunto si no había escuchado un grito durante la noche. Al contestarle que sí, el dueño de la posada le preguntó: “¿Y no sintió curiosidad?”.  El joven respondió que no. Entonces el posadero añadió: “Usted es el primer huésped que sale vivo de aquí, pues mi único hijo tiene crisis de locura, grita durante la noche y cuando el huésped sale, lo mata y lo entierra en el jardín.”

El joven siguió su larga jornada, ansioso por llegar a su casa. Después de muchos días y noches de caminata, ya al atardecer, vio entre los árboles humo saliendo de la chimenea de su pequeña casa, caminó y vio entre los arbustos la silueta de su esposa. Estaba anocheciendo, pero alcanzó a ver que ella no estaba sola.

Anduvo un poco más y desde la ventana observó que ella tenía sentado en su regazo a un hombre al que acariciaba los cabellos. Cuando vio aquella escena, su corazón se llenó de odio y amargura y decidió correr al encuentro de los dos para matarlos sin piedad. Respiró profundamente y ya se apresuraba a acabar con ellos, cuando recordó el tercer consejo. Entonces se paró y reflexionó. Decidió dormir allí mismo aquella noche y que al día siguiente, con la cabeza fría, tomaría una decisión.

Al amanecer, tras pasar toda la noche en vela, decidió que no mataría a su esposa. Decidió que volvería a la hacienda para intentar recuperar su trabajo, pero también decidió que antes de irse, quería decirle a su esposa que él había cumplido su parte del trato y que le había sido fiel durante todo ese tiempo.

Se dirigió a la puerta de la casa y llamó. Cuando su esposa abrió la puerta lo reconoció de inmediato. Se le lanzó al cuello abrazándolo y besándolo incrédula. Él trataba de quitársela de encima, pero no lo conseguía. Entonces con lagrimas en los ojos le dijo: "Yo te fui fiel y tú me traicionaste”. Ella espantada le responde: “¿Cómo? Yo nunca te traicioné, te esperé durante veinte años.” El marido entonces le pregunta: "¿Y quién era ese hombre al que acariciabas ayer por la tarde? La mujer sorprendida le contesta: “Aquel hombre es… nuestro hijo. Al poco de irte descubrí que estaba embarazada. Hoy, él tiene veinte años.

Entonces el marido entró, conoció y abrazó a su hijo y les contó toda su historia. Más tarde, mientras su esposa preparaba la cena, el marido recordó que aún conservaba el tercer pan que le había entregado el hacendado y lo sacó para compartirlo durante la cena. Al partirlo, comprobó con asombro como dentro del pan se escondía todo el dinero ganado durante sus veinte años de trabajo y dedicación.

¡FELIZ REFLEXIÓN!

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