lunes, 12 de noviembre de 2012

PIENSA LO QUE PIENSAS ANTES DE ACTUAR.

Dadme un niño y haré de él lo que quiera, un ingeniero, un artista o un asesino.”La chulería en cuestión se le atribuye a John Watson, uno de los padres de la psicología y una referencia indiscutible del Conductismo. ¿Qué le vamos a hacer? Nadie puede renegar de sus orígenes,… ¡aunque a veces los miembros de su familia lo avergüencen!
Durante un tiempo el Conductismo creyó haber encontrado la piedra de toque del comportamiento humano, y pensó que aplicando la norma del palo y la zanahoria (combinar premios y castigos), podría conseguir cualquier cosa que se propusiese. La teoría era sencilla: cualquier conducta que se refuerce aumentará su probabilidad de repetirse en el futuro, cualquier conducta que se castigue, por el contrario, tenderá a extinguirse. Esta norma se aplicó experimentalmente hasta la extenuación con todo tipo de animales: ratas, perros, palomas, monos,… convirtiendo los laboratorios de la incipiente ciencia psicológica en algo parecido a un circo de tres pistas, donde el domador (psicólogo) conseguía con facilidad que los animales realizaran el triple salto mortal hacía atrás con tal de recibir su terroncito de azúcar (o evitar una descarga eléctrica).
Tan convencidos estaban de la contundencia de los resultados obtenidos, que estos experimentos no tardaron en aplicarse con niños de corta edad (bebes de menos de un año) a los que sin ningún reparo se les infundieron miedos y aversiones a diferentes objetos o animales, utilizando las técnicas del condicionamiento clásico. Si bien estas experiencias demostraron su eficacia en la generación de conductas asociadas a un estimulo, sus resultados no fueron tan contundentes a la hora de “deshacer el entuerto”, es decir, para extinguir o eliminar los miedos provocados (ello demuestra que siempre es mucho más fácil aprender que desaprender). Por suerte la ética no tardó en llamar a la puerta de estos laboratorios, prohibiendo este tipo de prácticas.
Con el tiempo los Conductistas se vieron obligados a reducir su entusiasmo inicial admitiendo limitaciones en sus planteamientos. Los resultados obtenidos con animales no eran tan fácilmente extrapolables al comportamiento humano, ya que, como las nuevas corrientes Cognitivas apuntaban, en el caso humano incidía una variable crítica que marcaba una diferencia sustancial con la experimentación animal: la capacidad de pensar. Las personas a través del pensamiento anticipan, interpretan y atribuyen causalidad a los acontecimientos que les ocurren, y ello conlleva que, expuestos ante una misma situación, enfrentados a los mismos estímulos, la experiencia sea “vivida”(percibida) de manera diferente por cada persona.
Cada vez más la investigación psicológica otorga un mayor peso a los procesos internos a la hora de explicar la conducta. Reaccionamos de tal o cual forma en función de la particular lectura que cada uno de nosotros realiza de los hechos que le suceden. Esto me llevo a afirmar en un post anterior que la realidad no existía  pues siempre esta sujeta a la particular interpretación de cada uno. Así se explica que, enfrentados a una misma situación, dos personas reaccionen de manera distinta, incluso opuesta. Enfrentados a una mala noticia, un despido inesperado, un mal diagnóstico médico o un accidente de tráfico, hay personas que se desmoronan y personas que reaccionan sobreponiéndose a la situación y enfrentando el reto de dar lo mejor de sí mismas. Cada vez más la investigación avala el hecho de que no son tanto las circunstancias, sino la actitud que tomamos ante ellas, lo que determina el resultado obtenido.
Hace unos años Coca-Cola realizó una campaña publicitaria basada en este concepto. El anuncio en cuestión, algunos lo recordareis, mostraba a un empleado administrativo de una gran empresa que era llamado a la oficina del jefe para recibir la contundente noticia de que estaba despedido. El spot mostraba entonces algunas posibles reacciones del afectado, bastante extremistas todas, pero que sirven para ejemplificar la cuestión. Finalmente acababa  por mostrar una actitud más moderada, más calmada, en la línea de… “si se cierra una puerta, en algún lugar se abrirá una ventana”. En todo caso este anuncio me sirve para mostrar como ante una misma situación las personas reaccionamos de manera distinta. Y como decía Viktor Frankl, precisamente la grandeza del ser humano estriba en esa libertad de elección que conservamos en todo momento, a pesar precisamente, de las circunstancias. Hay que tener en cuenta que Frankl llegó a estas conclusiones tras su paso por los campos de concentración nazis, en los que estuvo preso por su condición de judío.
Es por ello que, por difíciles y confusos que nos parezcan los tiempos, ¡que lo son!, siempre debemos mantener la necesaria perspectiva frente a los acontecimientos, para poder elegir la actitud que más nos beneficie en cada momento. Adoptar una postura inteligente supone valorar las cosas en su justa medida, siendo consciente de los inconvenientes y las dificultades que se nos presentan, pero también valorando las oportunidades y los retos que se nos plantean. Y teniendo bien presente, que en última instancia las cosas serán como nosotros nos las contemos, no como otros nos las quieran vender.
Precisamente sobre estas ideas reflexionaba brillantemente hace unos días Rober en su blog bitacorarh,  en un magnífico artículo titulado perspectiva. Su lectura es un pequeño sorbo de sabiduría, de esa sabiduría práctica tan necesaria en estos días.
¡FELIZ REFLEXIÓN! 

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