Yo llevo la nariz roja, pero ¿quién
hace aquí el payaso?”
Una de las características más alarmantes del actual
mercado de trabajo es la precariedad laboral. La escasez de puestos de trabajo,
unida a la extrema necesidad y urgencia de miles de personas por obtener unos
ingresos con los que llegar a fin de mes, está generando una desregulación alarmante
en el mercado de trabajo. La mayoría de los
trabajos, sobre todo los de menor cualificación, se consiguen en un escenario con
normas parecidas a la arena de un circo romano. El mercado laboral se convierte
así en una especie de lonja en la que diariamente se subastan (a la baja) las
ilusiones y las miserias de las personas, y donde lo que en última instancia se
pone en juego, es el precio al que cada cual está dispuesto a vender sus principios y su
orgullo. Es la aplicación de la libre competencia en su estado más salvaje y
despiadado.
En este escenario de necesidad y escasez, en el que
las normas se desdibujan y aparecen desconfianzas y recelos por doquier, es
fácil desorientarse y perder la perspectiva. Es un contexto deshumanizado en el
que las personas se mueven por la urgencia de su necesidad inmediata. Es un terreno
fértil para la codicia y el egoísmo, en el que afloran con facilidad todas las
miserias humanas. Este es un momento de contrastes, en el que parece no haber
lugar para la moderación, donde cada cual saca lo peor de si mismo,… pero
también lo mejor. Al tiempo que conocemos casos de personas sin escrúpulos
capaces de hacer negocio de la necesidad de los demás, encontramos cientos de
conmovedoras historias basadas en la solidaridad, el compromiso y el altruismo
de personas de gran corazón.
Es por esto, que es precisamente en estas
circunstancias, cuando debemos redoblar los esfuerzos para, desde nuestros
programas formativos, incidir en la importancia de los valores y las actitudes
en la vida y en el trabajo. No es suficiente articular nuestros programas desde
la acumulación de saberes, de
conocimientos, de habilidades profesionales o de búsqueda de empleo, sino que
cada vez resulta más imprescindible entrar de lleno en los contenidos
relacionados con el saber ser. Es urgente
que este tipo de contenidos dejen de estar reflejados en las programaciones
educativas como competencias transversales, que todo lo abarcan, que todo lo
impregnan, pero que al final nadie imparte y quedan relegadas a bienintencionadas
declaraciones de intenciones.
Al incorporarse al mundo laboral, al convertirse en
adultos, nuestros jóvenes alumnos necesitaran de un importante andamiaje basado
en principios, valores y emociones que los sustenten. Solo dotados de estas
habilidades podrán enfrentar las duras circunstancias que les esperan a la
vuelta de la esquina con entereza, con la fortaleza necesaria para no hundirse
ante la primera expectativa frustrada.
Este tipo de aprendizajes son difícilmente adquiribles
en un contexto de aula, ya que requieren de la experimentación, de la vivencia
por parte del alumno, para que pueda interiorizarlos. Además, necesariamente
deben asentarse sobre una base de coherencia entre lo mostrado y lo demostrado
por todos sus referentes, tanto profesores como padres (ver el poder del ejemplo). Sin embargo la
complejidad no puede convertirse en excusa, sino más bien en aliciente ante la
necesidad.
Como en todo, siempre es mejor dar un pequeño paso,
ponerse en marcha, intentarlo aunque nos falten medios, apoyos o conocimientos.
Siempre será mejor que permanecer inmóvil en el terreno yermo de las
justificaciones. Como decía Gandhi, “lo importante es la acción, no el
resultado de la acción. Debes hacer lo correcto. Tal vez no esté dentro de tu
capacidad, tal vez no esté dentro de tu tiempo que haya algún resultado”.
Acompaño hoy una de las actividades que utilizo en
clase para trabajar estos temas con mis alumnos. La actividad arranca con la
proyección del cortometraje Clown de
Stephen Lynch, que nos sirve de base
para plantear diferentes cuestiones sobre principios, actitudes y trabajo. Esta historia presenta un argumento brillante,
perfecto para adentrarse en el difícil engranaje de emociones, valores y
necesidades que, con tanta frecuencia, generan conflictos entre los ámbitos
personal y profesional.
¡ FELIZ REFLEXIÓN!
¡ FELIZ REFLEXIÓN!
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