jueves, 15 de noviembre de 2012

PEREZA APRENDIDA

Todos los que trabajamos con jóvenes y adolescentes en el ámbito educativo observamos en nuestros alumnos en muchas ocasiones actitudes que denotan desgana, apatía, desinterés,… en definitiva, falta de implicación en su actividad escolar. Comportamientos todos ellos aparentemente contradictorios con su etapa vital, rebosante de energía, con todo un mundo de posibilidades a su alcance, con un proyecto personal incipiente, y que debe ser ideado y construido,… Esta contradicción ha llevado a diferentes autores a profundizar en las causas o las explicaciones de estas conductas, planteándose la cuestión sobre cómo se origina, cómo nacen estas actitudes en nuestros alumnos.
La primera cuestión es por tanto: ¿nacen o se hacen? ¿Podemos encontrar una base genética, una predisposición natural hacía la pereza frente a la actividad? ¿Es el hombre perezoso por naturaleza, como se preguntaba From? Es decir, puestos en una situación de poder conseguir cubrir todas nuestras necesidades sin necesidad de esforzarnos, ¿la aceptaríamos de buen grado o, saldríamos disparados a la búsqueda de nuevos retos, que dieran sentido a nuestra existencia? ¿Preferimos ser nómadas acomodados o sedentarios aventureros?
Imaginemos que nos encontramos en un parque, una mañana de domingo, tranquilamente leyendo el periódico, recostados en un banco, disfrutando de los primeros rayos de sol que empiezan a calentar la mañana. El canto de los pájaros, y el suave trote de algunos madrugadores que han salido a correr, son los únicos sonidos que escuchamos. De repente, mientras estamos ensimismados en nuestros pensamientos, aparece una pareja con dos niños de corta edad. Descargan sus bicicletas, balones, cubos y palas para el arenero, muñecas, cuentos y mochilas con bocadillos y bebidas en el banco contiguo al nuestro (¡¡con lo grande que es el parque!!). Los niños empiezan a gritar y acaparar todo el espacio: juegan con todo y pronto lo abandonan para pasar a otra cosa, hacen agujeros en la tierra, lo ensucian todo, lo tocan todo, lo miran todo, lo gritan todo… ¿Existe una pereza innata? ¿Una tendencia genética a la pasividad? En caso afirmativo, los niños están mal programados.
Si observamos a los niños y su innata curiosidad, su desbordante imaginación y su energía sin límites, parece que la respuesta a nuestra cuestión sea obvia: Evidentemente tenemos una predisposición a la acción, que nos aleja de la pereza y nos acerca más al nómada aventurero. Pero…, imaginemos otra situación.
Si nos dieran un sueldo Nescafé para toda la vida, si nos asignaran una pensión vitalicia que cubriera nuestros gastos, si nos tocará un premio en un sorteo y pudiésemos vivir de los intereses, si nos abandonaran en un lugar idílico en el que todas nuestras necesidades (alimentación, refugio, cariño, protección) estuvieran garantizadas,… puestos en semejante tesitura, enfrentados a tal tentación, ¿Qué haríamos? ¿Cómo nos comportaríamos? ¿Nómada o Sedentario?
En realidad, a poco que lo pensemos, las situaciones descritas en el párrafo anterior, describen la realidad de un buen número de adolescentes y jóvenes. Bajo el manto protector de sus familias, sienten que todas sus necesidades están cubiertas y, por tanto, la tentación a acampar, a establecer campamento base en estas condiciones es elevada. La llamada del sedentarismo y la acomodación resuena en el alma del niño guerrero.
Parece ser que esa pereza, esa apatía que observamos en nuestros jóvenes, al menos la gran mayoría de autores e investigaciones coinciden en ello, no responde a algo innato, sino que nace como una respuesta adaptativa a las exigencias, o mejor dicho, a la falta de ellas, del entorno. Es por tanto una conducta adquirida, aprendida.
Existen algunas investigaciones muy interesantes que reflejan como se produce este aprendizaje. Quizás los más conocidos sean los experimentos con animales realizados por Glen Jensen en los que demostraba como los animales preferían ganarse la comida, en vez de comer lo mismo sin realizar ningún esfuerzo. Otros experimentos realizados con animales por Engberg y su equipo, acostumbraron a un grupo de palomas a obtener su alimento sin necesidad de realizar ningún esfuerzo. Pasado cierto tiempo, modificaron la situación para que estas palomas tuvieran que esforzarse, si querían obtener ese mismo alimento. Y el resultado fue que tardaron mucho tiempo en volver a recuperar el hábito perdido.
¿Y qué ocurre con nuestros “perezosos” alumnos? ¿En qué medida sienten la “necesidad” de esforzarse? ¿En qué medida se encuentran sobreprotegidos y acomodados? ¿Cómo perciben la rentabilidad de su esfuerzo? Recupero una frase que utilice a menudo en mis primeras entradas del blog y que resume la filosofía adolescente: “Ir pá ná es tontería”.
Educamos en valores, pero lo hacemos desde el concepto, no desde la experimentación y el ejemplo. Predicamos la necesidad de una cultura basada en el sacrificio, el esfuerzo y la constancia, pero al mismo tiempo sobreprotegemos a nuestros adolescentes evitándoles la asunción de riesgos y responsabilidades. Queremos que sepan valorar lo que tienen, pero los atiborramos de regalos en navidad. Nos anticipamos a sus deseos, cubriéndolos antes incluso de que los planteen, y por lo tanto les empujamos a elevar sus expectativas (y exigencias). Buscamos jóvenes esforzados y aventureros, al menos eso consta en nuestra declaración de intenciones, pero en la práctica, nos esforzamos en mantenerlos cobijados bajo nuestra ala.
“Las escuelas matan la creatividad” afirma Ken Robinson, y la educación (familia-sociedad-escuela) fusila la iniciativa, la responsabilidad, el esfuerzo, la autonomía, la singularidad,… Mientras no encontremos el camino de la coherencia, mientras no exista una correspondencia entre conductas y recompensas recibidas (percibidas), muchos de nuestros jóvenes continuaran aprendiendo que la pereza es un territorio confortable en el que acampar.
*Las referencias a estudios y autores citadas en el artículo están extraídas del recomendable libro de Jose Antonio Marina “Los secretos de la motivación”, en el apartado en el que analiza la pereza aprendida.
¿FELIZ? REFLEXIÓN.

4 comentarios:

  1. Ayer descubrí fascinada al profesor Kanamori, quién además de priorizar el aprendizaje afectivo en sus clases hace que sus alumnos de 10 años diseñen y construyan una barca ¡ellos solos!, trabajando en grupos y comprobando en una piscina si lo han hecho bien o no. Es increíble ver lo bien que se lo pasan aprendiendo.
    Nuestros niños y jóvenes en su mayoría lo tienen todo hecho. En general son consumidores pasivos de ocio, de conocimientos y de cultura...Hasta la escuela está diseñada para que se sienten a escuchar y a reproducir lo que les dice el libro o el profesor.Por tanto,y por desgracia es bastante difícil despertar su interés...

    Un saludo, Miguel.Me ha encantado el post, como siempre.

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    1. Hola Bea. ¡Qué gran verdad! Ya sabes que compartimos ese punto de vista sobre la educación: eternamente preocupados por los "qués", dejamos de lado todo el potencial que esconde los "comos". El verdadero efecto de la educación se produce a través de la acción, cuando los alumnos levantan el culo del asiento y participan en algún proyecto (como construir el barco por ejemplo), cuando vivencian su aprendizaje, cuando lo dotan de significado, cuando se sienten protagonistas. Entonces es fácil interesarse por...

      Saludos Bea, con tiempo profundizo en tu entrada sobre Kanamori.

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  2. Qué bueno es encontrar gente que piense la educación como lo piensa uno!!!!
    Es una tarea nada sencilla, lamentablemente (o no). Lamentablemente, porque uno quiere que sea así y muchas veces nos sentimos decepcionados. "O no", porque eso implica un desafío constante. Y esa es una de las cosas más interesantes en la docencia. Estoy intentando de lograr algo así, en algo que se pueda hacer entre todos, porque a través de ese trabajo, se van tejiendo-fortaleciendo-estableciendo nuevos vínculos que, en definitiva, son los que marcan (por decirlo de alguna manera) a cada uno de una manera diferente, y esa es la formación en valores.
    Lo que sucede actualmente es que los valores y los derechos se han distorsionado un poco de su verdadero significado.
    No se si se entiende lo que quiero decir.
    Me alegra encontrar cosas así... Saludos
    Generalmente no escribo en muros. Pero este tema es meritorio!

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    1. Gracias Carola por tu comentario. Me encanta que el tema te haya parecido tan interesante como para decidirte a opinar. La formación es una de las profesiones más intensas a las que uno se puede dedicar. Es una oportunidad, una invitación a formar parte de la vida de todas las personas con las que compartimos pupitres. Si lo piensas es alucinante!!!

      Entender cualquier profesión como un desafío es señal de que estamos en el lugar adecuado. Saludos maestra.

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