"Son tiempos difíciles para los
soñadores”. Esta es una de las frases inolvidables de la película francesa Amelie.
Ha llovido desde entonces, y hoy son simplemente malos tiempos, sin más
calificativos, malos tiempos para todos,… aunque quizás para los soñadores lo
sean un poco menos,... al menos ellos conservan sus sueños.
Los sueños tienen el poder de alejar la desesperanza, de abrir la puerta a la posibilidad, al mágico ¿y si…? antesala de casi todos los descubrimientos importantes. Para poder ver hay que creer, esto funciona así y no al contrario como suele pensarse, y para creer (también para crear) es necesario imaginarlo, soñarlo. Soñar no es necesariamente evadirse, soñar es simplemente anticipar, soñar es confiar en la posibilidad más allá de la probabilidad." I have a dream" dijo Martin Luther King, y su sueño cambió el mundo. Es el poder de los que tienen un sueño, se atreven a compartirlo y a ponerlo en marcha.
Son tiempos difíciles, y justamente por ello necesitamos de soñadores, de visionarios, de anticipadores... Necesitamos de valientes capaces de ver más allá de la niebla, de inyectadores de optimismo, de promotores de acción, de contagiadores de sueños, de generadores de ilusión. Y no necesitamos de unos pocos escogidos que nos muestren el camino, sino que necesitamos que, en cada uno de nosotros, crezca esa semilla de poder que nos convierte en dueños de nuestro destino.
Uno de los cortometrajes que
suelo utilizar en las clases es “la leyenda del espantapájaros”. Un corto de
animación muy premiado del madrileño Marco Besas. Esta es la historia de
alguien que no quiere ser quien es, de alguien capaz de imaginar un futuro
distinto y de perseguir sus sueños. Alguien capaz de rebelarse contra lo lógico
para buscar lo utópico. Es un ejemplo de coraje y valentía. Del valor que se
esconde en las pequeñas elecciones que nos llevan a tomar las riendas de
nuestra vida, a dejar de escondernos tras las circunstancias y los victimismos,
y asumir la responsabilidad de cambiar, de ser, de vivir en lugar de simplemente
sobrevivir.
Es un intento de insuflar
acción en mis paralizados alumnos, la enésima vuelta de tuerca al “fracasar es solo
dejar de intentarlo”. Si no te gusta lo que eres, ¡cámbialo! Si lo intentas lo
de menos será el resultado.
Con toda seguridad el camino
será difícil. Al igual que en el cortometraje, nuestra decisión de cambio
tendrá que enfrentarse a la incomprensión y al rechazo de otras personas.
Nuestra determinación debe ser más fuerte que las dudas y el miedo, que funcionaran
como anclas intentando devolvernos al terreno conocido de los viejos hábitos.
Nuestros motivos, nuestros “paraqués”, deben ser poderosos, son la energía que
nos mueve. El espantapájaros está cansado de estar solo, cansado de provocar
miedo, su necesidad de aceptación, de amistad y cariño lo impulsan… aunque los
prejuicios y la intolerancia son enemigos difíciles de vencer.
Son tiempos de cambio, es
cierto, y hay que adaptarse a ello. Pero cada uno de nosotros decide el rumbo y
la dirección que toman sus pasos. No cambiar, permanecer amarrado al palo del
que cuelga el espantapájaros en el campo de trigo, también es una elección. Y
toda elección, consciente o no, voluntaria o no, tiene sus consecuencias.
Acompaño el cortometraje y la
ficha con la actividad que utilizamos en clase.
¡FELIZ
REFLEXIÓN!
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