A + B = B + A. El orden de los factores no altera el valor
del producto, así reza la propiedad conmutativa que aprendimos en la escuela.
Sin embargo, esta es una ley que no se cumple en educación. Al igual que en la
cocina, el orden en que pongamos las lentejas o el chorizo, influye
considerablemente en el resultado.
Comienzo con una historia que leí en el ameno “El ejecutivo
al minuto” de Blanchard y Johnson (el de ¿Quién se ha llevado mi queso?).
Cuenta la historia que en tiempos muy lejanos, un emperador de China nombró a
un primer ministro para que le ayudara a administrar el país.
Al poco tiempo llamó al primer ministro a su presencia y le
propuso: "¿Por qué no nos dividimos las tareas? ¿Por qué no se encarga usted de
todos los castigos y yo de todas las recompensas?”. El primer ministro (¡qué
remedio!) aceptó y respondió: “Muy bien. Yo infligiré todos los castigos y vos concederéis
todas las recompensas”.
Pero el emperador, pronto se dio cuenta de que cuando pedía
algo a alguno de sus servidores, unas veces cumplían sus órdenes y otras no.
Sin embargo, si era el primer ministro quien las daba, le obedecían en el acto.
Así pues, el emperador llamó nuevamente a su presencia al primer ministro y le
dijo: “¿Por qué no volvemos a dividir nuestras tareas? Has estado infligiendo
los castigos por algún tiempo. A partir de ahora, yo repartiré los castigos y
tú las recompensas”. Y desde ese día el emperador y su ministro intercambiaron
sus funciones.
Así, el emperador que se había mostrado bondadoso con todo el
mundo y había concedido infinidad de recompensas, en virtud de su acuerdo,
empezó a castigar a sus súbditos. A las pocas semanas, la gente empezó a
preguntarse: “Pero, ¿qué le pasa a este viejo chiflado?”. Y empezó a crecer la
antipatía y el odio hacia su persona. Hasta el punto que, un día se reunieron
para derrocarlo.
Lo más sorprendente fue que, tras destituir al rey, todos
estuvieron de acuerdo en proclamar al primer ministro como su mejor sustituto.
Cuando educamos a nuestros hijos, a menudo, tendemos a
comportarnos de la misma forma que el caprichoso emperador del cuento.
Empezamos a recompensar arbitrariamente todos sus comportamientos, reímos sus
salidas de tono, alabamos algunas de sus groserías, nos desvivimos por
concederles todos sus deseos, hasta que… un día, hartos del poco caso que nos
hacen, decidimos cambiar las tornas.
Entonces pretendemos recuperar el control perdido a través de
imponer normas, dictar amenazas y aplicar sanciones. Pero entonces el niño,
seguramente ya adolescente, piensa: Pero, ¿estos de que van? Y a partir de ahí
comienza una etapa de desavenencias y desencuentros que, en algunas ocasiones
acaba en motín. Lo que es seguro es, que la primera víctima de este proceso es
siempre la autoridad de los padres.
Porque en educación, al igual que en la cocina, el orden en
el que se coloquen los ingredientes en la olla es importante. Y sin duda, el
primer ingrediente que debemos poner en el guiso de las relaciones
materno-filiales es el de la coherencia. Los niños necesitan cariño y cuidados,
cierto. Pero también necesitan normas y límites claros. Demasiado a menudo
olvidamos una de las palabras más mágicas y poderosas en la educación de los
niños: NO. Quizás luego sea tarde.
¡FELIZ REFLEXIÓN!
Buenos dias Miguel.
ResponderEliminarComo siempre, tu tema ha sido perfecto. Introducción,desarrollo y conclusión.
Me quedo con la conclusión y eso NO a tiempo. Saber decir NO es una habilidad social que no siempre manejamos correctamente.Un no al jefe, al compañero, al amigo, al niño,....
No se debe actuar permisibamente y se debe decir No cuando la ocasión lo requiera...cualquier persona asertiva tiene derecho a decir no y debería poder hacerlo sin sentirse culpable. Un NO fundamentado....aunque los niños no lo entiendan a corto plazo .
Cierto Ana. Los niños deben aprender que las cosas no siempre suceden como nos gustaría, que existen las contrariedades, y que a veces, un tropiezo sirve para darnos cuenta que tenemos que esforzarnos más en conseguir lo que queremos. Con ello se adquiere una de las herramientas que más necesitarán cuando lleguen a la adolescencia: la tolerancia a la frustración.
EliminarGracias como siempre por tus comentarios. Saludos.