Hace unas semanas el ministro de educación español, José
Ignacio Wert, asaltó las páginas de todos los periódicos merced a unas
polémicas declaraciones, ¡una vez más! A la vista de los elevados porcentajes
de desempleo juvenil, el ministro aconsejó a los jóvenes universitarios elegir
sus estudios en función de las salidas profesionales de cada carrera, en vez de
dejarse guiar por su vocación o sus inquietudes.
Estas palabras reabren un viejo debate, que enlaza
directamente con los cimientos del sistema educativo, con sus motivos, con los
“paraqués” educativos. ¿Qué buscan los estudiantes a la hora de realizar sus
estudios profesionales o universitarios? ¿Debe prevalecer la necesidad de tener
un buen empleo o la inquietud por desarrollarse personal y profesionalmente?
¿En qué lugar quedan la innovación y la investigación en esas declaraciones?
Las declaraciones del ministro recomiendan a los
preuniversitarios fijar su mirada en los
primeros escalones de la pirámide motivacional. A la hora de elegir, hay
que dar prioridad a la seguridad y a la estabilidad. Hay que decidir con
cabeza. Aparentemente, nada hay de malo en estas recomendaciones, nada hay de
malo en buscar la rentabilidad, el retorno de la inversión y el esfuerzo
realizado, salvo quizás… el precio que hay que pagar por ello.
Cuando las cosas vienen mal dadas, en épocas de crisis, ¿debemos
vender los sueños a cambio de abrigo y comida? ¿Debemos renunciar a nuestros
deseos, ilusiones y vocaciones en pro de aumentar nuestras oportunidades
laborales? ¡Qué lejos parece quedar esto del lema del sueño americano! Y es que
a veces para poder decidir con la cabeza, tenemos que silenciar al corazón. Y
esto suele producir dolor.
¿Qué debe guiar a un joven a la hora de tan importante
decisión? Hasta no hace demasiado esta decisión no era complicada. Los estudios
se elegían por prestigio o por tradición familiar, incluso por motivos de
género. Pero con el paso del tiempo, y con la aplicación de programas de
estímulo y refuerzo, se consiguió implantar un sistema en el que la educación,
gratuita y de calidad, fue accesible para la mayor parte de los jóvenes. Ello
convierte a la educación en un poderoso mecanismo de justicia social, en el que
cada cual, si verdaderamente lo desea, y está dispuesto a esforzarse, puede
aspirar a ser lo que quiera. Sin embargo, declaraciones tan desafortunadas
(desde mi punto de vista) como las del ministro, amenazan con dinamitar el
camino recorrido. Dentro de unos años, cuando nos llegue el momento de
preguntarles a nuestro hijos aquello tan manido del “y tú, ¿qué quieres ser de mayor?”, tendremos que cambiar las formas
para, entregándoles una estadística del INEM decirles, “Chaval, elige algo de
entre los cinco primeros”.
Yo, mientras tanto, espero tener la suerte de, cada vez que
acuda al médico, lleve a mi hija al colegio, o incluso el coche al taller,
encontrarme con profesionales que eligieron con el corazón lo que querían ser.
No sé porque, llámenlo manías mías si quieren pero, no me fio demasiado de
aquellos que solo buscan seguridad y sustento en su trabajo diario.
Porque a pesar de la opinión del ministro, continúo pensando
que la salida de la crisis vendrá de la mano de la vocación, no de la
resignación. Al tiempo que numerosos estudios (Robinson, Csikszentmihalyi, Pink) apuestan
por el talento, la innovación y la pasión como las claves para la creación de
riqueza y bienestar, encontramos a inspirados personajes obsesionados en
descubrir la piedra filosofal a base de desempolvar viejas soluciones: sumisión
y emigración.
Por mi parte, continuaré aconsejando a mis alumnos que en el
momento de plantearse su futuro, cierren los ojos, escuchen a su corazón y
contesten a esta simple cuestión: ¿Qué harías si el dinero no fuera el
objetivo? Quizás, tras la respuesta, el camino que encuentren no sea fácil,
pero lo que es seguro es que será apasionante. Parafraseando la conocida escena de la película En busca de la felicidad: "Nunca dejes que nadie te diga lo que no puedes hacer, ni siquiera Wert".
¡FELIZ REFLEXIÓN!
Muy buen artículo, y muy de acuerdo con todo en general. Me quedo con: "Cuando las cosas vienen mal dadas, en épocas de crisis, ¿debemos vender los sueños a cambio de abrigo y comida? ¿Debemos renunciar a nuestros deseos, ilusiones y vocaciones en pro de aumentar nuestras oportunidades laborales?"
ResponderEliminarUn saludo
Gracias Manuel por pasarte. Estas son un buen ejemplo de "preguntas poderosas". cada cual tendrá que enfrentarse a ellas en algún momento de su vida. Lo importante es que cuando eso suceda seamos conscientes de qué estamos respondiendo y de cuál es el precio qué pagamos.
EliminarSaludos.