Recojo hoy una de las historias que conservo con más cariño de todas las que acumulo en mi mochila de caminante. El cuento es muy conocido y, al menos durante un tiempo, era muy utilizado en diferentes cursos de formación. Yo lo he escuchado en al menos tres ocasiones, incluso una de ellas con demostración práctica incluida.
El cuento de las piedras o del conferenciante de gestión del tiempo (son los títulos más comunes con los que se conoce esta historia) lo escuche hace muchos años mientras realizaba un curso de formación. La historia e, indudablemente también su contador, tuvieron una gran influencia en mí en ese momento. Aunque he de reconocer que recuerdo muy pocas cosas del contenido de aquel curso (diré en mi favor que han pasado bastantes años desde entonces), sin embargo recuerdo con claridad casi todas las historias y anécdotas que aquel profesor nos contó durante aquellos meses de curso. Los aprendizajes y reflexiones que nacían de estas historias anidaron en mí con tanta fuerza que desde entonces comencé a buscar y coleccionar cuentos, fábulas e historias, primero para mi disfrute personal, y más tarde las fui incorporando como parte importante de mi trabajo con los alumnos.
Es por ello que esta es una de mis historias favoritas, por ser la primera, por llegar en el momento oportuno, por abrirme el camino del aprendizaje a través de los cuentos, y… porque se camina mucho más relajado por la vida cuando uno sabe cuáles son sus piedras grandes.
Un experto conferenciante estaba impartiendo una charla cuando quiso sorprender a su auditorio realizando una demostración.
Saco de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja de piedras del tamaño de un puño y preguntó a los asistentes: ¿Cuántas piedras piensan que caben dentro de este frasco?
Después de que los participantes hubieran hecho sus conjeturas, empezó a llenar el frasco con las piedras hasta que no pudo poner ninguna más. Acabada esta tarea preguntó: ¿Creen que el frasco está lleno?
Todo el mundo lo miró y asintió con rapidez. El frasco estaba lleno de piedras hasta sus topes.
Entonces el conferenciante sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla y empezó a colocar la gravilla en el frasco. Las piedrecillas penetraron entre los espacios que dejaban las piedras grandes hasta llenar por completo el recipiente. El experto sonreía con ironía mientras observaba la sorpresa de los asistentes, y al acabar su tarea preguntó: ¿Les parece que está lleno ahora?
Esta vez los oyentes dudaron un momento antes de responder, aunque era evidente que el tarro estaba lleno y finalmente volvieron a asentir.
El conferenciante volvió a agacharse para buscar algo bajo la mesa y sacó un cubo repleto de arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena comenzó entonces a filtrarse en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava, demostrando lo equivocado de la respuesta anterior.
-¿Esta llenó ahora?- volvió a preguntar el conferenciante tras guardar el cubo de arena.
Los alumnos se quedaron ahora en silencio sin saber muy bien que contestar. Entonces el conferenciante nuevamente busco bajo la mesa para sacar esta vez una jarra de agua que empezó a verter sobre el frasco.
-Bien, parece que ahora sí que está lleno, ya no cabe nada más. Bueno – prosiguió el conferenciante- ¿qué hemos demostrado con este experimento?
Uno de los alumnos levantó la voz en aquel auditorio lleno de ejecutivos y hombres de negocios y dijo: Que no importa lo llena que este tu agenda, si lo intentas, es seguro que siempre puedes hacer un montón de cosas más.
Muchos de los asistentes aplaudieron la rápida respuesta de su compañero y reconocieron lo acertado de su respuesta. Sin duda, con una buena organización, todos podrían sacar mejor provecho de su tiempo. Esta era una buena conclusión para su curso de gestión de tiempo. Sin embargo…
-¡No! – concluyó el experto. Lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrás colocarlas después. Si colocamos nuestras piedras grandes primero, todo lo demás encontrará su lugar.
¿Cuáles son tus piedras grandes?
¡FELIZ REFLEXIÓN!
Aquel que tenga esas piedras grandes bien colocadas sufrirá muchísimo menos en el camino de la vida y será mucho mas feliz. Me ha gustado muchísimo el experimento.
ResponderEliminarGracias María por tu comentario. Efectivamente uno de los aspectos que nunca debemos descuidar es el tener claras cuales son nuestras prioridades en la vida, cuál es nuestra misión. Sin duda este es uno de los aspectos que nos ayuda a tener la perspectiva suficiente para no desfallecer en los malos momentos.
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