Como ya decía en una de mis primeras entradas (cuando las barbas de tu vecino veas pelar…), una de las formas más inteligentes y eficientes de aprender es hacerlo a través de las experiencias de otros, sobre todo si se trata de aprendizajes dolorosos. Escarmentar en carne ajena, aprender de los errores de los demás, nos evita sufrimientos innecesarios.
Es por esto que, de vez en cuando, solemos trabajar en clase utilizando el método de casos. Esta metodología nos permite acercarnos a la realidad, nos da la oportunidad de empatizar con el/la protagonista de la historia, de conocer sus motivos y expectativas, y de comprobar las consecuencias de sus actos, pero parapetados tras la barrera protectora que otorga la distancia. Finalmente podemos plantear qué diferentes opciones tendríamos, puestos en esa situación, y anticipar cuáles hubieran sido las consecuencias más probables en caso de decidirnos por una u otra opción. En definitiva, se trata de aplicar las técnicas de resolución de problemas a una situación concreta.
Cuando trabajamos este tipo de actividades podemos recurrir tanto a casos reales como a situaciones ficticias. Ambos tipos presentan ventajas interesantes. El trabajar sobre un caso inventado tiene la ventaja de que es más fácil conseguir o adaptar la situación a los objetivos que buscamos. Existen materiales publicados donde podemos elegir entre una multitud de casos, aquellos más relacionados con nuestra finalidad. En este sentido recomendaría los publicados por el profesor Manuel Segura Morales en sus libros “Ser persona y relacionarse” (enlazo el material de este libro que aparece en la web de la Junta de Andalucía), más orientado a Primaria o primer ciclo de ESO, y también su “Jóvenes y adultos con problemas de conducta” (ficha de La Casa del Libro), que utiliza la misma metodología de actuación pero dirigida a alumnos más mayores.
Sin embargo, aunque sea más laborioso, ya que hay que buscar el caso que nos interesa y luego darle forma, el utilizar casos reales confiere a la actividad un toque de autenticidad y de cercanía que facilita la asimilación del aprendizaje. Como fuentes de casos reales podemos utilizar algunos programas de televisión tipo reality (Hermano Mayor o Ajuste de cuentas, los dos de Cuatro), o podemos recoger alguna noticia aparecida en prensa o informativos sobre el tema que nos interese (publiqué hace un tiempo en el blog el caso de Michael Carroll), o también podemos redactar nosotros el caso reflejando las experiencias de, por ejemplo antiguos alumnos que tuvimos y aprender de su experiencia, utilizándola como ejemplo a seguir, o también como advertencia. En este último apartado puede ser muy beneficioso que sea el propio alumno el que acuda a clase a contar su experiencia en primera persona.
El utilizar casos reales, además, tiene la ventaja de despertar rápidamente el interés de los alumnos, que sobre todo en determinadas edades, siempre están dispuestos a sacar su vena cotilla y crítica. A partir de aquí, nuestra labor como maestros, nos obliga a reconducir esa crítica, a veces despiadada, hacía la empatía y la autocrítica. ¿Cómo hubieras actuado tú en esas mismas circunstancias?
Otro de estos “casos reales” que suelo utilizar en clase es el de Kimberley Vlaeminck. Seguramente su nombre no nos suene mucho, pero hace unos años apareció en todos los diarios y televisiones. Kimberley saltó a la “fama”, cuando al cumplir los 18 años su padre la acompañó para que se tatuara tres pequeños puntos en la cara al lado del ojo izquierdo. Cuál sería la sorpresa del padre cuando, al ir a recogerla, descubrió que se había tatuado más de 50 estrellas en toda la cara. Sin embargo, lo más sorprendente fue la contestación de la chica, que acusó al tatuador de haberla dormido y haber aprovechado el momento para actuar por su cuenta realizándole, contra su voluntad, semejante desaguisado.
En fin, seleccione esta historia por lo sorprendente y morboso del caso, pero sobre todo por la posibilidad de trabajar con mis alumnos el resultado que se obtiene al negarse a afrontar las consecuencias de nuestros actos y nuestras decisiones, de cómo la mentira se convierte en un bucle maldito del que es difícil salir, y como, al final, el intentar evadir la responsabilidad comporta graves consecuencias.
Acompaño el enlace a la actividad sobre Kimberley Vlaeminck que utilizamos en clase, con algunos artículos de prensa que describen el desarrollo de esta increíble historia, y también el guión de preguntas sobre el que centramos el debate.
¡FELIZ REFLEXIÓN!
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