En la obra de Dickens, Cuento de navidad, de la que ya hable hace unas semanas, encontramos un inquietante y revelador pasaje en el que se advierte sobre la ignorancia y sus riesgos. En concreto el momento al que me refiero ocurre al final de la visita del segundo de los espíritus, el de las navidades presentes, y es una de las escenas menos conocidas de la obra. Hay un momento en el que Scrooge observa algo que se mueve bajo la túnica del espíritu y le pregunta sobre ello. En ese momento, ante el asombro de Scrooge, surgen de entre los ropajes del espíritu, un niño y una niña de aspecto monstruoso y horrible. Scrooge le pregunta al espíritu si son hijos suyos, y el espíritu le responde que son hijos de los hombres, que son huérfanos y se acogen a él para reclamar contra sus padres. Uno es la Ignorancia, le dice, la niña es la Miseria, y le advierte “guardaos de ambos y de toda su descendencia, pero sobre todo del niño, pues en su frente veo escrita la sentencia, hasta que lo escrito sea borrado, ¡niégalo! ¡Calumnia a los que te lo dicen! Eso favorecerá tus designios abominables. ¡Pero el fin llegará!"
Advierte Dickens en este pasaje sobre cuán peligrosa puede llegar a ser la ignorancia, y sobre la dificultad de su erradicación, ya que el ignorante negará obstinadamente su mal y se revolverá en insultos y mentiras hacía quien se lo hace notar. Es el perro que muerde la mano que le da de comer. Hasta tal punto afecta la ignorancia que llega a evolucionar con facilidad hasta convertirse en soberbia y cinismo. Dickens pone el acento en los dos males que más afectan a la sociedad de su tiempo: La ignorancia y la miseria, pero diferenciando entre una y otra, ya que la miseria es fácilmente subsanable, mientras que la ignorancia es harina de otro costal.
Llegados a este punto cabe preguntarse cómo enfrentar el tema de la ignorancia, ¿es posible ayudar a quien se obceca en negar sus males, a quien opta conscientemente por negar la realidad y continuar viviendo envuelto en la capa de la ignorancia? Este dilema se me antoja similar al de los médicos que deben operar a un testigo de Jehová que se niega a recibir una transfusión de sangre. ¿Qué debe tener más peso, salvar la vida del paciente o respetar sus decisiones?
Alertaba esta semana el diario El País sobre el incremento en el porcentaje de jóvenes que optan por no estudiar ni trabajar. A pesar de las tendencias observadas en el descenso de la tasa de abandono escolar, a pesar del aumento de los jóvenes que regresan a las aulas ante la falta de expectativas laborales, el número de personas que optan por no hacer nada también aumenta. Este colectivo, cada vez más considerable, se ve expuesto a los males sobre los que advertía Dickens hace dos siglos. La persistencia de una situación de falta de oportunidades y de trabajos precarios, supone el caldo de cultivo idóneo para que, cada vez más jóvenes, se vean afectados por el virus de la miseria y la ignorancia. Como alertaba Dickens en su célebre obra, la miseria es fácil de revertir, sin embargo, la ignorancia amenaza con convertirse en un mal endémico de difícil curación.
Uno de los riesgos a los que nos enfrentamos, al vernos expuestos a una situación prolongada de falta de oportunidades laborales, es el que cada vez más jóvenes opten por "tirar la toalla", por desistir en su esfuerzo, y pasen de la apatía y la frustración a la ignorancia. Traspasar esta frontera, puede suponer un punto de no retorno, y se corre el riesgo de perder definitivamente a muchos de ellos, convertidos en enemigos de sí mismos. Como decía Dickens, las armas de la ignorancia son negar la realidad y calumniar a los que te ofrecen su ayuda. La ignorancia es un monstruo peligroso, ya que es un ser autótrofo, capaz de alimentarse a sí mismo.
¿Qué podemos hacer ante este tipo de elecciones? El otro día, mientras analizábamos en clase la complicada situación del mercado de trabajo, uno de mis alumnos me dijo que él no quería escucharlo, que prefería no saber esos datos, y vivir ajeno a esa realidad. Asombrado ante su respuesta, le planteé el supuesto de que al hacerse un análisis médico rutinario, le hubieran detectado una enfermedad grave. ¿Acaso no querías saber los resultados, y tomar los tratamientos y medidas necesarias para enfrentar la enfermedad? Su respuesta fue igual de contundente: NO!
Mi duda, mi reflexión de hoy: ¿existe el derecho a no saber? ¿es respetable, y asumible, la elección de la ignorancia?
¡FELIZ REFLEXIÓN!
¿Qué podemos hacer ante este tipo de elecciones? El otro día, mientras analizábamos en clase la complicada situación del mercado de trabajo, uno de mis alumnos me dijo que él no quería escucharlo, que prefería no saber esos datos, y vivir ajeno a esa realidad. Asombrado ante su respuesta, le planteé el supuesto de que al hacerse un análisis médico rutinario, le hubieran detectado una enfermedad grave. ¿Acaso no querías saber los resultados, y tomar los tratamientos y medidas necesarias para enfrentar la enfermedad? Su respuesta fue igual de contundente: NO!
Mi duda, mi reflexión de hoy: ¿existe el derecho a no saber? ¿es respetable, y asumible, la elección de la ignorancia?
¡FELIZ REFLEXIÓN!
Bravíssim,….eres el millor, mestres heu sàpiga’m tu i jo, els demès….........
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