En algunas ocasiones a los
profesores nos asaltan las dudas sobre la utilidad que nuestros alumnos darán a
los contenidos que intentamos transmitirles. ¿Les serán útiles en el futuro?,
¿influirán en su forma de pensar, de sentir o de ser las reflexiones y debates
que planteamos en clase? Y esto es así, porque en definitiva necesitamos creer
que nuestro trabajo tiene un sentido, una razón de ser más allá de la nómina
que cobramos a final de mes.
Aprender implica necesariamente
un cambio. Con demasiada frecuencia observamos, incluso experimentamos nosotros
mismos, como a las pocas semanas de haber acabado un curso o una asignatura, prácticamente
no recordamos nada de lo que allí se trató. Todos recordaremos la sensación de
estudiar y preparar concienzudamente un examen en el que obtuvimos una nota
brillante, pero que si lo tuviéramos que repetir una semana después no conseguiríamos
aprobarlo. Y en cierta forma es normal que la mayor parte de los contenidos que
estudiemos se evaporen a los pocos días, a veces horas, sin embargo lo
importante es el poso que dejan. Y es este poso, este recuerdo permanente que
quedará grabado en el alumno lo que provocará un verdadero aprendizaje, un
verdadero cambio y, es lo que confiere verdadero sentido a nuestra labor de
maestros.
Una de mis historias preferidas
sobre aprendizaje, cambio e influencia fue escrita hace dos siglos. En Canción de navidad de Charles Dickens se
retrata el proceso de cambio del avaro Ebenezer Scrooge que a través de una
lección magistral impartida por tres etéreos profesores aprende el verdadero
significado de la Navidad. Y además es un aprendizaje de los que deja un poso
intenso, un aprendizaje que provoca cambios significativos en la forma de
pensar, de sentir y de ser del viejo Ebenezer. Esta admirable lección se
imparte en el transcurso de una noche en la que Scrooge recibe la visita de
tres espíritus, que a modo de modernos coach,
lo acompañan en un exhaustivo recorrido por sus recuerdos de infancia y
juventud, lo enfrentan a las terribles consecuencias que provocan sus
despiadadas decisiones, y por último y más importante le muestran el amargo
futuro al que se verá irremediablemente abocado de no corregir su actitud.
Con la visita del fantasma de las
navidades pasadas entendemos como Scrooge ha llegado a convertirse en alguien
tan ruin y despreciable, como el carácter de su padre, las desilusiones y
algunas decisiones mal tomadas le han conducido a ser lo que es. Su miserable
comportamiento no es más que la punta visible de un gran iceberg que guarda
sumergido toda una colección de desgracias, decepciones, odios y
equivocaciones.
El fantasma de las navidades
presentes acompaña a Scrooge para que se enfrente a las consecuencias de sus
acciones: gente desahuciada, hambre, enfermedad y dolor provocado por su
actitud egoísta. El fantasma le quita la venda de los ojos, desmonta sus
excusas ( sus “paparruchas”) y le obliga a mirar y a sentirse responsable de
todo el daño que causa. Es la fase de admitir errores y asumir consecuencias,
es la antesala del cambio.
La última de las visitas es la
más trascendente, la determinante. El último de los espíritus enfrenta a
Scrooge a sus miedos. Su final será más miserable que el de su socio Marley con
el que Scrooge siempre se había comparado (“yo no soy como tú”). Enfrentado a
las desastrosas consecuencias de la acumulación de sus actos, Ebenezer muestra
un sincero y desesperado arrepentimiento e implora la oportunidad de cambiar,
de aprender. Empujado por el miedo a un futuro cierto Scrooge se convence de la
necesidad de arrepentirse, de reparar los daños provocados y de actuar de
manera diferente para conseguir un futuro distinto.
Creo que la historia de Dickens
condensa la esencia de un proceso de aprendizaje basado en la influencia y en
el cambio. Todo proceso de aprendizaje debe tener como objetivo dejar huella en
sus alumnos, que quede algo más allá de la puntuación del examen. Todo proceso
de aprendizaje debe intentar crear las condiciones para que el alumno sea
consciente de la importancia de los contenidos y voluntariamente los incorpore y
los utilice convirtiéndolos en trascendentes. El aprendizaje debe saltar del
papel a la vida, de lo contrario está condenado a ser un aprendizaje estéril.
El proceso de cambio descrito en
Canción de navidad encierra interesantes claves aplicables al proceso
formativo. El cuento de Dickens es desde mi punto de vista todo un manual de
modificación de conducta digno de estudiarse en la Universidad. En todo caso mi
propuesta de hoy es aprender de los tres fantasmagóricos maestros y su forma de
enseñar, quiza sea esta la idea a la que Dickens se refería en su enigmático prefacio. Su papel es bastante parecido al que he defendido en anteriores
artículos: acompañar, comprender, mostrar, diseñar escenarios de aprendizaje,…
el último de los espíritus ni siquiera habla, se limita a acompañar, a mostrar
y a dejar que su alumno Scrooge saque sus propias conclusiones.
¡FELIZ REFLEXIÓN!
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