viernes, 26 de abril de 2013

EL SINDROME DE “PETER-KANT”



Per a Carles

Al alcanzar una determinada edad cronológica una persona adquiere la mayoría de edad. Llegada a esta edad se le supone cierta madurez, tanto física como intelectual, y se le presume capacidad de obrar haciéndose responsable de sus actos. Con la mayoría de edad se adquieren automáticamente ciertos derechos sociales, son los regalos de tan esperado cumpleaños, y también, esta es la letra pequeña del contrato, ciertas obligaciones.

Kant definía la ilustración como la salida del hombre de la minoría de edad. Según el filósofo, la mayoría de edad no se adquiere al cumplir una determinada edad cronológica, sino que supone una decisión. La persona libremente elige ser mayor de edad. Y puesto que se trata de una elección, hay quien decide serlo y hay quien opta por no serlo. Ya entonces, y también ahora, son muchos los que deciden permanecer menores de edad.

La mayoría de edad es una decisión personal, no una cuestión de simple inercia cronológica. La mayoría de edad supone el compromiso y la decisión irrevocable de servirse del propio entendimiento, renunciando a la conducción de otros. La adultez no es algo que sucede, es algo que se obtiene, es algo de lo que hay que hacerse merecedor. Ser mayor de edad es en realidad un acto de valentía.

Dice Kant que la pereza y la cobardía son las causas de porque tantas personas permanecen (gustosamente) de por vida menores de edad, y de porque también a otros les resulta tan fácil erigirse en sus tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Es por ello que el mundo está lleno de Peter Panes, irresponsables, rebeldes, arrogantes, narcisistas,… y también de personas e instituciones dispuestas a “sacrificarse” para marcarles la dirección adecuada. Porque si alguien no se hace responsable de sus propias elecciones, otros gustosamente las tomaran en su lugar. Como dice Kant “si tengo un libro que piensa  por mí, un pastor que reemplaza mi conciencia moral, un médico que juzga acerca de mi dieta, (…) no necesitaré del propio esfuerzo (…) no tengo necesidad de pensar”. La política, la televisión, el ejército, la moda, la iglesia, el consumismo, las drogas, las Ongs,… cientos de candidatos rivalizaran por ponerse al frente de este tropel de personas complacidas y orgullosas de su elección (o de la falta de ella). Cuando alguien abandona el uso de su razón, otros se afanarán a llenarlo de razones.

Cada cual es culpable de su minoría de edad. Culpable de sus elecciones o de la falta de ellas. Culpable de su pereza. Culpable de su cobardía. Puesto que no hay más alto precio que aquel que se paga demorado, ya que además hay que abonar los intereses.

Es fácil confundir el valor con la temeridad, es fácil disfrazar la cobardía de rebeldía, es fácil esconder la pereza entre las sábanas de la comodidad, pero el verdadero valor, el auténtico peaje que hay que pagar en el tránsito a la adultez, se encuentra en el hecho de asumir la libertad de uso de la propia razón. Yo soy yo y mis decisiones, aunque me pese.

¡Sapere aude!

*Las citas e ideas de Kant están extraídas del texto ¿Qué es la ilustración?


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