Educar es una tarea complicada. En el caso de no ser
profesores, nos damos cuenta en el mismo instante en el que nos convertimos en
padres. Pasar el tiempo con los sobrinos, o con los hijos de los amigos es
fácil, incluso divertido. Pero cuando los niños son nuestros, la cosa se
complica: en parte por la continuidad, en parte por la responsabilidad. Siempre
se ha dicho que los niños al nacer vienen con un pan debajo del brazo, aunque
nadie dijo nada sobre el manual de instrucciones que explica su manejo. Ya
podían venir, en vez de con el dichoso pan, con instrucciones, garantía y algunos
con hoja de reclamaciones...
Pensando en esto se me ocurrió… ¿qué ocurriría si al tener un
hijo nos entregaran en la maternidad un manual de instrucciones? ¿Nos
comportaríamos de manera diferente? ¿Lo educaríamos de forma distinta? Pongamos
por caso que compramos un televisor, uno de esos modernos de pantalla LED con
múltiples funciones y conexión a internet. Tras venir a casa y sintonizarlo, el
técnico nos hace una rápida explicación sobre el manejo básico (encendido/apagado,
sintonización de programas y control de volumen) y se marcha dejando sobre la
mesa del comedor un grueso paquete perfectamente embalado: el manual de
instrucciones. A partir de ahí para la gran mayoría de nosotros se plantean dos
opciones: La primera es guardarlo en un altillo o cajón del que no volverá a
salir jamás. La segunda es abrirlo para ir directamente a la página donde
aparece el dibujo esquemático del mando a distancia y sus funciones para echar
un vistazo. Casi con total certeza el 90 % de las personas no iremos más allá.
Con la educación de los hijos creo que pasaría algo parecido.
Si tuviéramos ese manual, que sería grueso por necesidad, atendiendo a la gran
cantidad de funciones y diferentes modelos existentes en el “mercado” de los
niños, actuaríamos de la misma manera que con los electrodomésticos.
Hojearíamos el manual, deteniéndonos un instante en los gráficos y dibujitos,
para a continuación guardarlo con sumo cuidado en algún lugar seguro, no vaya a
ser que se pierda. Para seguro no volverlo a sacar,… ¡a no ser en caso de
avería!
¡Y así nos va! Nos lanzamos a la aventura de ser padres con
la misma información de partida que proporciona el técnico instalador del
televisor, y a partir de ahí, aprendemos el resto por ensayo-error. La gran
mayoría de los padres no se comportan de manera informada, planificada y
proactiva a la hora de educar, sino que por el contrario, lo hacen de manera
reactiva, es decir, tomando decisiones y buscando soluciones a los asuntos
conforme estos van surgiendo, sobre la marcha. Y esto es tremendamente
peligroso.
Educar de manera reactiva se convierte en un hábito
arriesgado. Este modelo va a menudo acompañado de falta de anticipación y
coherencia y, en los casos más extremos, llega hasta la negación. Se ignoran
síntomas, se disculpan afrentas, se mira hacia otro lado, se culpabiliza al
entorno y se recurren con demasiada frecuencia a la sobreprotección disfrazada
de cariño. Llegados a la adolescencia, la bola de nieve de los problemas ya
baja la ladera sin freno. “¿Dónde guardamos el libro ese que venía con el niño?”
A poco que dedicáramos algo de tiempo a consultar ese manual descubriríamos
el increíble abanico de herramientas a nuestro alcance, el increíble potencial
que tenemos para convertir el proceso de formación de nuestros hijos en una
experiencia apasionante. Los niños no tienen un botón de ON/OFF, ni un
regulador de volumen o de actividad, ni siquiera un mando a distancia para
controlar sus movimientos,… pero dentro de sus múltiples funciones tienen, de
serie, en todos los modelos, la capacidad de hacer que nuestra vida cobre
sentido, que el camino que recorramos juntos sea un paseo inolvidable, de
hacernos sentir las emociones más intensas y plenas que podamos imaginar.
Y es que ya lo dice el manual en su última página, a modo de
recomendación final, de resumen de las instrucciones de uso: “Manejar con consciencia,
responsabilidad, cariño y… anticipación.”
¡FELIZ REFLEXIÓN!
gracias por toda vuestra información que me ayuda bastante a comprenderme a mi misma y a la humanidad,Vivan los niños
ResponderEliminarGracias por tu comentario Elisa. Saludos.
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