En la recta final de nuestro proyecto formativo organizamos con los
alumnos diferentes actividades de información y orientación para preparar su
cada vez más inminente paso al mercado laboral. El tiempo pasa inexorablemente
y nuestros dos años de escuela taller llegan a su fin. Este es un momento
complicado, de emociones contrapuestas donde la ilusión, pero también el miedo,
se encuentran a flor de piel.
Una de las últimas acciones que realizamos esta semana pasada ha sido un
taller de emprendedurismo (¡qué palabra tan complicada!) que organizamos
conjuntamente con la Cámara de Comercio de Valencia. La actividad nos sirvió
para plantearles a algunos de nuestros alumnos la posibilidad de acceder al
mercado laboral a través del empleo por cuenta propia. Nuestros alumnos son muy
jóvenes y seguramente su escasa formación aleje este tipo de opciones, aunque
nunca es conveniente cerrar de antemano ninguna puerta, y por ello quisimos
incluir este taller dentro de su módulo de búsqueda de empleo.
A lo largo de la sesión, nuestros alumnos fueron despertando su lado más
participativo y fueron implicándose en la actividad. Imaginaron y defendieron
sus ideas de negocio, diseñaron estrategias de marketing, adoptaron la fórmula
legal más adecuada a su proyecto y conocieron los diferentes trámites a
realizar a la hora de constituirse como empresa. Durante algunos minutos
soñaron con ser emprendedores y con tener la posibilidad de realizar sus
sueños.
Muchos de sus planteamientos eran gigantes con pies de barro nacidos de
la ingenuidad con la que, a pesar de su mayoría de edad, observan el mundo.
Sentados en grupo, sus aportaciones se ven recogidas y amplificadas por los
compañeros. El papel todo lo aguanta, y durante unas horas, mis alumnos ejercen
de arquitectos construyendo castillos en el aire. Las propuestas alocadas se
multiplican y, con la misma facilidad que enviamos algunos whatsapp para
promocionar nuestro negocio, contratamos una avioneta para que pasee nuestro
logotipo por la playa.
Con esa característica habilidad que muestran para ver siempre la paja en
el ojo ajeno, critican con dureza, hasta ridiculizan, las propuestas de los
otros grupos, y con la misma vehemencia defienden a capa y espada sus inocentes
propuestas. ¿Dónde quedaron la objetividad, la empatía, la escucha activa, la
argumentación ordenada,… que tantas veces trabajamos en las clases? A veces
consiguen que se me caiga el alma a los pies.
En el tramo final de la actividad, ya con el ambiente más distendido, las
bromas y las risas abundan. Es difícil mantener el tono serio con ellos. Es
innegable el ingenio y la gracia que tienen muchos de sus comentarios. En un
momento de risas generalizadas, un discreto comentario de una de las alumnas me
deja helado. “Me rio por no llorar”,
le dice a su compañera. No comento nada, la clase sigue como si nada, pero
pienso que esta es una sensación generalizada entre los alumnos en su recta
final en la escuela.
Detrás de sus bromas, sus retrasos, sus ausencias, su ingenuidad, su
chulería, su prepotencia y su descaro anida el miedo. Quizás sus risas, sus porros,
sus capuchas o sus móviles de última generación sean simplemente las
herramientas que utilizan para evadirse, para negar una realidad que no les
gusta. Intentan, sin conseguirlo, demorar lo inevitable: el tiempo pasa y les
acerca al momento de las decisiones. Son jóvenes con miedo al mañana, ¡qué gran
contradicción! ¡Qué pena tan profunda!
El proyecto que hemos compartido los dos últimos años termina y con él se
acaban la rutina, el horario, las normas y las obligaciones. Pero todas estas
cosas, contra las que se rebelaron tantas veces, eran las que mantenían el
orden y la estabilidad en sus vidas. Es hora de abandonar el nido, es hora de
desplegar las alas y lanzarse confiados al vacio. Pero no veo valor necesario en
sus ojos. Al tiempo que agotamos los últimos días de convivencia veo renacer en
ellos comportamientos que creía ya superados, vuelven las excusas, las
acusaciones, las quejas, las ausencias, el victimismo. La inmadurez es evidente
y me sorprendo repitiendo argumentos ampliamente trabajados en las clases
acerca del talento, la confianza, la perseverancia, la actitud positiva,…
Bien pensado, entiendo que pueda ser una reacción previsible. Una etapa
termina y otra nueva, bastante difusa por cierto, comienza para ellos, para
todos nosotros. Tendrán que enfrentarse a un mercado laboral hostil, exigente y
competitivo y al igual que el soldado que llega al frente, su primer impulso es
retroceder. El sentimiento de fracaso sobrevuela sobre ellos como el buitre
sobre el animal malherido. Nuevamente se agarran a comportamientos y actitudes
conocidas. Antes negar la realidad que admitir el fracaso. Porque el fracaso es
un pozo, una pesada carga de la que cuesta deshacerse. Ellos lo saben bien, al fin y al cabo,
ya estuvieron allí.
¡FELIZ
REFLEXIÓN!
Me ha encantado este post, enhorabuena por esa ágil pluma!!
ResponderEliminarGracias por los cumplidos Pablo. Como bien sabes son tiempos "extraños" para todos. Pero hay que tomarlo como retos, no como obstáculos insalvables.
EliminarMe ha gustado mucho la descripción que has hecho de los últimos días de una Escuela Taller. Creo que tienen motivos para tener miedo, como tu bien dices además de enfrentarse a algo nuevo, lo hacen con el agravante de hacerlo cuando las cifras de desempleo están peor que nunca. Pero también te digo, que seguro que la mayoría de ellos están marcados por estos dos años, y acaban la ET con una serie de herramientas que en su mano está el utilizarlas o no, y para mi eso, es mucho. Por que antes no las conocían y ahora si. Es normal que tengan miedo y no sepan como afrontarlo, y hasta es un poco normal que ese miedo lo disfracen a veces de insolencia, pero seguro que antes o después tendrán oportunidades y muchos de ellos sabrán aprovecharlas. Y su premio, es el nuestro. Ojala nos permitan seguir formando. Creo que las ET son programas necesarios en nuestro sistema educacional. Gracias por tu reflexión
ResponderEliminarHola Marisa, gracias por tu apasionada defensa del programa. Sin duda la filosofía del "aprender haciendo" continua siendo tan válida como siempre, aunque realmente son tiempos distintos y seria bueno introducir cambios de calado en este y otros programas formativos. Aunque no se si los responsables de aplicarlos tendrán la sensibilidad y la altura de miras suficiente.
EliminarRealmente espero que hayamos sido capaces de sembrar en nuestros alumnos la semilla de la valentía necesaria para afrontar su futuro. Sin duda con el paso del tiempo y la perspectiva suficiente sabrán valorar su paso por la escuela taller.
Gracias por pasarte y comentar.
Me ha gustado mucho la reflexión y se seguro que "en donde hay siempre queda". Todos continuaremos adelante con nuestras mochilas y siempre es mejor llevarlas llenas.
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