viernes, 11 de mayo de 2012

APRENDER DE LOS CUENTOS

Recomiendo en la entrada de hoy uno de los libros más inspiradores y enriquecedores que conozco. El libro Aplícate el cuento (Editorial Amat) es una fantástica recopilación de pequeñas historias, cuentos y anécdotas que encierran, de la misma manera que las ostras, preciosos tesoros en su interior. El libro de Jaume Soler y Mercè Conangla recoge una cuidada selección de relatos que estimulan la reflexión sobre los aspectos importantes de la vida, sobre esos aspectos que los autores engloban bajo la etiqueta de Ecología Emocional.

A lo largo de anteriores entradas he venido defendiendo la necesidad de que la educación incluya entre sus contenidos la educación emocional y la educación en valores. El mundo de los cuentos supone una oportunidad magnífica para introducir estos temas en las aulas. Los cuentos, las parábolas, las fabulas, como las contenidas en este libro, suponen una herramienta preciosa para posibilitar la reflexión, el debate, el pensamiento crítico y el crecimiento personal en nuestros alumnos, dotándolos así de mecanismos eficaces para afrontar el futuro.

De la misma forma que el sabio Patronio aconsejaba al conde Lucanor ante las preocupaciones que lo atormentaban, de la misma manera que los animales de las fábulas de Samadiego o Esopo aprendían de sus errores, de la misma manera que Sherezade cautivaba al sultán con sus historias, podremos atrapar a nuestros alumnos en estas mágicas historias esperando que influyan en su forma de ser, esperando que los transforme en mejores personas, esperando que… se apliquen el cuento.

En concreto una de mis historias favoritas recogidas en el libro es la titulada “parábola de la educación”. Este breve texto condensa y describe como pocos la esencia del proceso educativo. El cuento dice así:

Iba un hombre caminando por el desierto cuando oyó una voz que le dijo: “Coge del suelo los guijarros que quieras, ponlos en tu bolsillo y mañana te sentirás, a la vez, triste y contento.”

Aquel hombre obedeció. Se inclinó, recogió un puñado de guijarros y se los metió en el bolsillo.

A la mañana siguiente vio que los guijarros se habían convertido en diamantes, rubíes y esmeraldas. Y se sintió feliz y triste. Feliz, por haber cogido guijarros; triste, por no haber cogido más. (*)

Como dijo Delors en su célebre declaración: "La educación es un tesoro". Sólo hace falta que nos demos cuenta a tiempo de ello.

* Texto reproducido con permiso de sus autores.

FELIZ REFLEXIÓN!

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