Circula por la red un cuento del que existen varias versiones y que me sirve para acompañar las reflexiones realizadas en las últimas entradas. La historia de “el barquero inculto”, o “el barquero y el erudito”, narra la conversación que mantiene un arrogante y engreído sabio con el barquero que lo lleva a la otra orilla de un caudaloso rio. En las diferentes versiones del cuento cambian las preguntas que el pretendido sabio le formula al barquero, aunque la interpretación del cuento es siempre la misma.
Sirva la reflexión para plantear el debate sobre la utilidad de muchos de los conocimientos que aprendemos en las escuelas, que tan imprescindibles se nos antojan, y sobre aquellos otros conocimientos, quizá más importantes, que nunca encuentran espacio en los programas. Yo, si tengo que elegir, me declaro partidario del inculto y modesto barquero antes que del pretencioso sabio.
El cuento dice así: Había una vez un sabio que necesitando atravesar un caudaloso rio solicitó los servicios de un humilde barquero. Estando a mitad del río y mientras el barquero remaba con destreza, el sabio le preguntó: — Sr. Barquero, ¿Usted ha oído hablar del teorema de Pitágoras?
— Pues no señor, mire usted, yo no fui a la escuela.
— No me diga. Fíjese que no saber el teorema de Pitágoras... Usted ha perdido un 15% de su vida.
— Sr. Barquero, ¿usted sabe algo de las guerras de los medos contra los persas?
— No señor, es la primera vez que oigo eso.
— Qué pena, ha perdido un 10% de su vida.
— Sr. Barquero, ¿usted ha estado en Australia?
— ¿Y eso qué es?
— Es un país. Lo que sí le digo es que, usted, Sr. Barquero, ha perdido un 30% de su vida. Mire que no conocer Australia...
— Sr. Barquero, ¿qué me dice de las mitocondrias de la célula?
— Como no me dé más datos...
— Ha perdido un 15% de su vida.
— Sr. Barquero, ¿sabe cuál es el planeta más grande?
— Pues yo diría que la Tierra.
— Se equivoca. Ha perdido otro 10% de su vida.
— Sr. Barquero, ¿usted ha navegado en internet?
— “¿Y ése qué río es?” –respondió el barquero.
— Qué desastre, usted ha perdido el 20% de su vida.
En eso, el río se encrespó. Tanto que el barquero ya no podía alcanzar ninguna de las dos orillas. El agua comenzaba a meterse en aquella pobre barca. Le preguntó el buen barquero al hombre sabio:
— Oiga, esta barca se nos va a hundir, ¿sabe nadar?
— “No” –respondió el erudito–, “nunca he tenido tiempo para aprender”.
— Pues a ver si puedo ayudarle a que no pierda el 100% de su vida…
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