jueves, 9 de agosto de 2012

LOS VALORES QUE NOS IMPULSAN.

Alguien me explicó una vez que las personas somos como esos grandes icebergs, desprendidos de los glaciares, que flotan empujados por las corrientes del ártico hacia latitudes más cálidas. Con la comparación no se refería a que fuésemos fríos, solitarios y un tanto suicidas, aunque… bien pensado, esta metáfora también le podría valer a más de uno. La explicación en realidad era para mostrar lo difícil que resulta conocer a las personas, ya que tan sólo podemos observar una pequeña parte de ellas. La mayor parte, el grueso de nuestra personalidad permanece oculto, sumergido.

La manera en la que nos comportamos, lo que decimos y hacemos, es nuestra parte visible. Es la parte del iceberg que sobresale. Sin embargo, la mayor parte se encuentra escondida bajo las aguas. Nuestros pensamientos, sentimientos, expectativas, motivos y valores se encuentran ocultos y, a menos que estemos dispuestos a bucear para descubrirlos, nuestro conocimiento de las otras personas siempre será superficial.

Sin embargo, en muchas ocasiones utilizamos este conocimiento superficial para opinar, valorar, criticar y juzgar a los demás. No nos detenemos a considerar cuáles son las causas o motivos, no queremos conocerlos, los intuimos, los damos por supuestos y sacamos nuestras propias conclusiones. No tenemos en cuenta que lo esencial no son las cosas que hacemos, sino los motivos que nos llevan a actuar de una determinada forma. Los actos no nos definen, los valores sí.

Los valores son los que nos mueven, los que nos impulsan, los que explica la intencionalidad de nuestros actos. Es por ello que una educación en valores (desde la familia y desde la escuela) resulta esencial, en primer lugar para conocernos mejor, y también para entender mejor a los que nos rodean. Vale la pena dedicar tiempo a reflexionar sobre nuestra escala de valores, sobre nuestras prioridades. Es recomendable incluso ponerlos por escrito en una hoja de papel, y pensar hasta que punto somos coherentes con ellos. No se trata de lo que hacemos (apariencia), sino de los valores y motivos que acompañan e impulsan nuestra acción (esencia). 

Una historia para acompañar la reflexión de hoy…

Un hombre de cierta edad fue a una clínica para que le atendieran de una herida en la mano. Tenía bastante prisa, y mientras lo curaba el médico le preguntó qué era aquello tan urgente que tenía que hacer.

El anciano le dijo que tenía que ir a la residencia de ancianos para poder desayunar con su mujer, que vivía allí. Llevaba ya algún tiempo allí y padecía de un Alzehimer muy avanzado. Mientras le acababa de vendar la herida, el doctor le preguntó si ella se preocuparía en caso de que él se retrasara.

-No – respondió él. Ella ya no sabe quién soy. Hace ya casi cinco años que no me reconoce.

-Entonces – preguntó el médico -, si ya no sabe quién es usted,… ¿por qué esa prisa, por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas?

El anciano sonrió y dijo: -Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella.

¡FELIZ REFLEXIÓN!

4 comentarios:

  1. Preciosa historia... Además muy emotiva, la conocía desde hace tiempo pero tu introducción a ella le ha dado un valor especial, comparto el argumento que expones. De hecho mi eslogan público tiene algo que ver "Lo esencial es invisible a los ojos" frase del Principito, una de mis lecturas y filosofías favoritas.

    También me ha gustado mucho la analogía de las personas con un iceberg.
    Un cordial saludo!!

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    1. Clasificamos a las personas por su comportamiento, pero esto es injusto, puesto que conlleva un juicio de valor por nuestra parte. Cada cual, al comportarse de determinada manera, tiene unas expectativas y unas razones para hacerlo. Si preguntásemos antes de juzgar, tal vez podríamos llegar a entender motivos y razones, podríamos ser un poco más empáticos.

      Si preguntamos, si escuchamos, tal vez, lo "invisible" se nos vaya haciendo visible.

      Saludos Maria Teresa.

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  2. Una invitación a una reflexión más profunda de lo que en principio pudiera parecer. Gracias Miguel por dedicar tiempo de tu vida a escribir artículos tan ... magníficos y con tanto contenido.

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    1. Hola Bea. ¡Qué chulo "verte" por aquí!. Mil gracias por dejar un comentario. Ojala nos volvamos a ver pronto.

      Un abrazo!

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