viernes, 23 de marzo de 2012

EL PODER DEL EJEMPLO


Decía en la entrada anterior que una de las herramientas más eficaces que tenemos los profesores y los padres para poder influir en la educación de nuestros jóvenes es el ejemplo. Contaba en una entrevista la televisiva psicóloga Ana Isabel Sanz (psicóloga del programa SOS adolescentes) que la educación se basa en tres principios: El ejemplo, el ejemplo y el ejemplo. Y no le falta razón. Aquel viejo dicho de haz lo que yo diga pero no lo que yo haga, que se sustentaba en el principio de autoridad incuestionable que los adultos ejercían sobre los jóvenes, se representa hoy como la antítesis del sentido de la educación. Si lo que pretendemos es formar, si lo que pretendemos es influir, nuestro mensaje tiene que ser sincero y coherente. Máxime cuando se trate de plantear contenidos actitudinales.

Los niños son esponjas, se suele decir. Y es una gran verdad. La educación, la verdadera, la importante, no se encierra entre las cuatro paredes de una clase. La educación es una actividad que nos mantiene ocupados sin descanso durante las 24 horas del día. Siempre estamos educando, porque con nuestra manera de actuar (o no hacerlo), con nuestras palabras, pero sobre todo con nuestros gestos y el tono de voz, transmitimos informaciones y sensaciones que serán absorbidas por nuestros alumnos, por nuestros hijos. Algunas, las coherentes, las sinceras, las sentidas generaran estabilidad, otras las hipócritas provocaran confusión y duda.

Ocurre muchas veces, sobre todo en aquellos cursos de mayor duración, que con el paso del tiempo observas comportamientos en el grupo de alumnos que son propios de su monitor. Ves reflejados en ellos las virtudes y también los defectos que son propios de su maestro. Se observa por ejemplo como hay grupos más puntuales que otros, más ordenados que otros o más respetuosos que otros. Y esto no se da en función de cuan insistente es cada monitor en recordar a sus alumnos la importancia de ser puntual, ordenado o respetuoso. Sino en cuan puntual, ordenado o respetuoso es el monitor.

Aprendemos así. Ya lo observó Aristóteles cuando hablo de la importancia del ethos en el discurso. Aristóteles hacía referencia a las actitudes del orador a la hora de inspirar confianza en el auditorio. Lo importante no es el mensaje, el contenido que se explique (logos). Lo importante, lo que marcará la diferencia, lo que conseguirá que llegue y convenza o no, es quién lo pronuncia y cómo es percibido por su auditorio. La fiabilidad, la sinceridad, la sensatez, la credibilidad, la simpatía que nos confieran nuestros alumnos serán las claves que nos permitan influir en ellos. Y hablando de actitudes y valores: nadie puede ofrecer aquello de lo que carece.

Hay un cuento muy breve que sirve para acompañar esta reflexión. Cuentan que un día una mujer llevó a su hijo ante Mahatma Gandhi y le imploró: "Por favor Mahatma, inste a mi hijo a no comer azúcar". Gandhi después de una pausa contestó: "Tráigame a su hijo dentro de dos semanas".

Dos semanas después la mujer volvió con su hijo. Gandhi miró a los ojos al niño y le dijo: "No comas azúcar". Agradecida pero perpleja la mujer le preguntó a Gandhi: "¿Por qué me ha hecho esperar dos semanas? ¡Podría haber dicho lo mismo el primer día!. A lo que Gandhi contestó: " Hace dos semanas, yo también estaba comiendo azúcar".

Hay un buen número de videos en la red que sirven de ejemplo para esta reflexión. Os dejo un par de enlaces para completar la entrada. Una cadena de televisión mejicana realizó una serie de anuncios bajo el título “haz que vean lo mejor de ti” para intentar concienciar sobre este asunto. También acompaño un video, muy conocido en la red, que muestran como los padres, también los profesores, actuamos como modelos paras nuestros hijos. Este video no tiene demasiada calidad, pero su mensaje es contundente.

FELIZ REFLEXIÓN.


1 comentario:

  1. <<"haced lo que decimos y no lo que hacemos" como si las ovejas tuvieran que tener más coraje y resolución que sus propios pastores.>>

    Giovanni Bocaccio, "El Decamerón", al ver cómo los religiosos clamaban una cosa y hacían otra completamente distinta.

    Este tipo de educaciones siempre ha estado presente. Razón de más para tenerla en cuenta y evitarla lo máximo posible.

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