Durante décadas los psicólogos se han visto enzarzados en una
contumaz controversia entre el peso de la herencia y el ambiente en la
conducta. Así, ambientalistas e innatistas, han defendido obstinadamente
posturas antagónicas. Los psicólogos conductistas defendieron hasta el extremo
la importancia de los factores ambientales, llegando al extremo de asegurar que
a través del entrenamiento adecuado se podía obtener cualquier resultado
deseado (sólo cabe recordar la famosa afirmación de Watson), prescindiendo de
variables como el talento o la vocación. Desde este punto de vista, la aplicación de
las técnicas de modificación de conducta al sistema educativo
(premios/castigos) permitía diseñar un patrón ideal de comportamiento al que
todos los alumnos, con pequeñas variaciones, podrían ajustarse. Este sistema
educativo, basado en el exhaustivo diseño y control de todos los elementos del
curriculum, incluyendo por supuesto el metodológico, permite asignar a la
educación la capacidad creadora propia del profesor Frankenstein. La “educación productora” se desarrolló al
amparo de la revolución industrial posibilitando cubrir el suministro de
trabajadores medianamente cualificados a las empresas. Si bien también es cierto que esta demanda
posibilitó el nacimiento de sistemas educativos universales, dirigidos a la
totalidad de la población.
Por contra, los innatistas defendían el determinismo
genético, asegurando que de la misma manera que nuestra herencia determina
nuestra altura o color de ojos, condiciona igualmente nuestra inteligencia o
sociabilidad. Llevadas al extremo, estas teorías llegaron a demostrar la
supremacía intelectual de unas razas sobre otras, defendiendo por tanto, la
inutilidad de determinadas inversiones en colectivos “infradotados”
genéticamente. Estos presupuestos aplicados a la educación servirían para
defender propuestas basadas en la segregación y la atención diferenciada a los
alumnos en función de variables como la raza o el sexo, ajustando así los
objetivos a las expectativas previas. Esta “Educación sentenciadora” también dejó
su impronta en varios modelos educativos.
Sin embargo, con el paso del tiempo, las posiciones han ido
moderándose y al tiempo que las evidencias científicas demostraban el enorme
peso de la herencia en las variables conductuales, aparecía el término de
neuroplasticidad para atenuar su influencia y abrir nuevamente la puerta a los
factores ambientales. Las recientes
aportaciones de la neurociencia suponen encontrar el necesario punto de
encuentro y consenso entre ambas corrientes.
La herencia reparte las cartas pero es el ambiente el que decide las
reglas del juego. Utilizando el mundo vegetal como ejemplo, la semilla sólo
germina si encuentra las condiciones adecuadas para hacerlo.
Las recientes aportaciones van más allá al afirmar que el
aspecto verdaderamente fundamental se encuentra en la interacción entre ambos
aspectos. Así, lo realmente posibilitador es cómo el ambiente interactúa con la
predisposición genética, llegando incluso a poder modificarla. Por ello
hablamos de plasticidad cerebral.
Estas observaciones tienen una importancia capital para el
campo educativo, pues descartan de manera contundente las teorías de “tabula
rasa” en las que se compara al niño con una vasija vacía que hay que llenar de
contenido. La neurociencia demuestra que los niños vienen con “equipamiento de
serie”, con predisposiciones genéticas, con respuestas y preferencias
programadas. Ello convierte a cada niño en un ser diferencial y único, y que
consecuentemente necesitará de estímulos ambientales diferentes.
Un sistema educativo de “café para todos”, que ostente falsas
pretensiones de universalidad y justicia al ofrecer a todos sus alumnos un
curriculum común es, en realidad, una de las mayores afrentas posibles a la
igualdad de oportunidades. Tratar a todos por igual supone ignorar la condición
diferencial de cada individuo, dejar de atender sus talentos y necesidades.
Todos los niños vienen programados para el aprendizaje, esta
es su principal herramienta para la supervivencia. El bebé nace con casi todo
por aprender, necesita de la estimulación del entorno para desarrollar sus
potencialidades. Privados de esa adecuada estimulación habrá capacidades que no
llegarán a desarrollarse nunca. Es por ello que la educación debe ser sensible
a estas necesidades y actuar en consecuencia, de lo contrario se hará realidad
la triste sentencia atribuida a George Bernard Shaw, “Desde muy niño tuve que
interrumpir mi educación para ir a la escuela.”
¡FELIZ REFLEXIÓN!
Muy buena información
ResponderEliminarSin duda, es una realidad que cada ser humano es único y por ende es necesario que los docentes distingan los requerimientos educativos de cada educando, sin embargo, no es en absoluto una tarea fácil sobre todo si se tiende a la homogenización de los conocimientos y los docentes no tienen la formación necesaria para atender a dichas particularidades. Por otra parte, no sólo se debe procurar las particularidades de cada individuo, sino también de cada cultura como conjunto, puesto que el SEN no se fija en los distintos contextos para destinar los contenidos a aprender siendo así que se proporcionan conocimientos descontextualizados y sin verdadera utilidad para los alumnos lo que hace obsoleta a la escuela y las prácticas que se llevan a cabo en ella.
ResponderEliminarEs un buen tema para reflexionar, en tanto que invita a conocer diversas formas de concebir el aprendizaje y tomar un posicionamiento, además abre la pauta para hacer investigación sobre lo dicho, no sólo para conocer sino para proponer alternativas que nos lleven a mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Gracias Yesenia por tu aporte. Me encanta la idea de "contextualizar el conocimiento" y creo que en cierto modo es lo que pretende, en teoría, el enfoque de competencias que parece que se pretende implantar. Cualquier conocimiento alejado de la realidad, de su contexto inmediato y carente de aplicabilidad supone un aprendizaje inútil.
EliminarSaludos.
Todos tenemos una educación pero no todos tienen la suerte de tenerla :(
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo, el ser humano viene con predisposiciones genéticas, cada ser humano es único. La educación actual no atiende las necesidades y virtudes de cada alumno sino que se remite a que todos los alumnos desarrollen una serie de competencias preestablecidas, sin atención individual ninguna. Con el fin de dar una igualdad de oportunidades a todos. No creo que esta sea la opción más adecuada para el desarrollo de una persona, ya que los grandes inventos y descubrimientos surgieron de personas que rompieron el molde y no siguieron el rebaño del sistema educativo. En mi opinión, el cambio educativo, que consiste en fomentar las aptitudes y factores individuales de cada alumno se encuentra en un punto utópico. Quizás, encontraríamos una sociedad en la que todas las personas tuvieran la posibilidad de ejercer la labor en función de sus preferencias y conocimientos. Para ello, se tendría que adaptar la sociedad al sistema educativo, cosa utópica, si, pero muy interesante.
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